Referencia: Torrecilla, F.
J. M., Román, M., & Castilla, R. H. (2011). Evaluación educativa para la
justicia social. Revista
Iberoamericana de evaluación educativa, 4(1), 7-23.
Fernando Zambra
Fernando Zambra
Síntesis:
El texto busca posicionar la
evaluación como pieza fundamental en el debate sobre educación, y
particularmente para la construcción de sociedades más justas. Mediante la
evaluación se podrían reconocer los elementos, interacciones y características
que deben tener las escuelas para lograr conseguir la justicia social. En este
sentido a través del texto se identifican, discuten y proponen los principios y
objetivos de una educación para la justicia social.
En el primer apartado se busca
definir la justicia social. Para este fin los autores proponen el concepto en
un sentido dinámico y sujeto a constante revisión y mejora. Sin embargo se
plantan tres conceptos fundamentales: distribución, reconocimiento y
participación.
Respecto a la distribución, se
planta esta como “justicia distributiva”, en donde lo que se distribuye corresponde
a bienes primarios básicos (derechos y libertades básicas, ingreso, etc) que
permitan la decisión y la participación en igualdad de condiciones; sin embargo
se problematiza el concepto puro de distribución ya que no daría cuenta de la
libertad de la que se dispone para ser o hacer (aludiendo a las injusticias ya existentes
y cómo revertirlas). El segundo concepto relevante es el de reconocimiento,
concebido como la ausencia de dominación cultural, implicando la visibilizacion
de múltiples perspectivas (étnicas, raciales, etc.). El tercer concepto es el
de participación, el cual implica la promoción del acceso y equidad para una plena
participación en la sociedad.
El segundo apartado se articula
la educación con la justicia social, en el sentido de los tres conceptos antes
nombrados. Sin embargo se hace alusión a la necesidad de consenso en torno al
sentido de la educación, lo que implicaría un cambio respecto de su sentido y
articulación con los principios de mercado, particularmente hacia una educación
que forme ciudadanos de forma transversal, significativa y pertinente con estos
fines.
Teniendo como norte estos principios,
los autores proponen: una educación temprana en el ciclo vital de los sujetos
que fortalezca las dimensiones sociales, emocionales, cívicas y morales
necesarias para el modelo propuesto; la reducción de la segregación de los
estudiantes, propiciando la heterogeneidad social y cultural; la participación
plena no sólo con los individuos sino que también con sus familias y
comunidades desde sus propias expectativas y particularidades; la necesidad de
docentes competentes y motivados con la promoción de la justicia social, en
donde el Estado y la sociedad fortalezca la labor docente; la conducción y gestión
de las escuelas desde y para la justicia social, con la misión de formar
ciudadanos capaces, libres e iguales; y la generación de una cultura escolar de
confianza y altas expectativas en las capacidades de sus estudiantes.
En el tercer apartado busca
señalar algunos elementos para tener en cuenta a la hora de una “evaluación
justa” para una educación justa.
Un primer elemento guarda
relación con una evaluación justa, en el sentido de dar cuenta de la diversidad
y heterogeneidad de los niños, respondiendo por el tipo de capacidades y competencias
adquiridas por los estudiantes, así como por su relevancia en el contexto particular
en el que se da.
Otro elemento que se expone es el
de la evaluación del desarrollo integral de los estudiantes, en el sentido no
sólo de los saberes académicos, sino que también en torno al desarrollo de las
competencias actitudinales y de comportamiento para el conocimiento propio y la
convivencia armónica con los otros.
Los autores proponen también la
evaluación del grado de compromiso e implicación de los estudiantes con la
justicia social. Esta línea de evaluación se enfoca no tanto a lo qué pasa con
los estudiantes en la escuela sino que a cómo estos se situarán en la sociedad
justa.
Evaluar la participación también
resultaría importante para construir escuelas que formen a los alumnos para
convivir y construir con otros. Este ítem apunta no a la participación reactiva
sino que al desarrollo de la autonomía y la deliberación de los alumnos, a la
vez que incidan en que la escuela propicie esta autonomía.
Finalmente (en este apartado) se expone
la evaluación de los desempeños de los estudiantes desde la realidad de las
escuelas, considerando su complejidad pedagógica y sociocultural. Esta evaluación contextual del desempeño “favorece
la compresión de un micro-espacio público en el que se refleja y proyecta la
sociedad a partir de realidades y contextos específicos” (Torrecilla, Román
& Castilla, 2011, p.17)
El cuarto apartado “Evaluar la
educación para la justicia social” plantea necesario dar cuenta de en qué medida
las escuelas propician la igualdad de oportunidad, procesos y resultado, a la
vez que funcionan como motor de la movilidad social. Esta evaluación se daría
desde una perspectiva en específico (la de las sociedades democráticas y
perspectiva de derechos humanos) y buscaría evaluar ciertos elementos que los
autores proponen como pertinentes y que se derivan de los principios expuestos
previamente.
Finalmente los autores hacen una
reflexión en torno a la tensión de principios que generaría esta propuesta,
particularmente en relación a los intereses que cada grupo social estaría
dispuesto a transar en pos de este bien común. Estos intereses se verían en
conflicto a la hora de concretizar estos ideales en currículos pedagógicos,
prácticas formativas, etc. También en la reflexión proyectan el desarrollo
analítico de la justicia social entorno a lo propiamente metodológico, así como
también amenaza de reproducir la lógica de los resultados que produce la
evaluación.
Breve comentario personal
El texto si bien expone
claramente cuáles son los principios que podrían conducir a una educación para
la justicia social, tal como dice en la reflexión final, deja más preguntas que
respuestas. Esto particularmente porque si bien “tiene presente” las variables
contextuales para su aplicación, da la impresión de no contemplarlas en toda su
magnitud, ya que las condiciones históricas para que se dé la aplicación de los
principios de la justicia social están lejos de ser favorables. Un ejemplo de
esto es nuestro país, en donde existe abundante evidencia sobre el rol
perpetuador de la educación en torno desigualdad social, sin embargo las
condiciones políticas para cambios estructurales aún no se ven a pesar del
masivo movimiento por la educación pública a través de las últimas dos décadas.
Citas
“Las sociedades han de asegurar y
procurar que todos sus individuos dispongan de la más amplia libertad para
alcanzar funcionamientos básicos que les permitan participar plenamente en ella”
(Sen, 1995, en Torrecilla et al, 2011, p. 10)
“La justicia educativa -lo que
implica su calidad- también se deberá medir por la capacidad de los sistemas
escolares de incorporar y potenciar a todos los niños, niñas y jóvenes. Un rol
importante de la evaluación es visibilizar cuanto esto no ocurre, dando cuenta
de actos, sistemas, procesos y resultados injustos.” (Torrecilla et al, 2011,
p.14)
“Los tres principios orientadores
de una educación justa y para una Justicia Social: i) alta calidad y justa
distribución; ii) reconocimiento e identidad de grupos y colectivos socioculturales
y, iii) activa y plena participación de los estudiantes”. (Torrecilla et al,
2011, p.21)
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