martes, 29 de noviembre de 2016

Educación intercultural e interculturalidad crítica


El problema de la interculturalidad surge en el momento mismo de la colonización, cuando los europeos comienzan a imponer su visión de mundo a los indígenas que colonizaban en Latinoamérica. De esta forma, intentan imponer su religión, su idioma y su cultura.


Luego, esta problemática vuelve a resurgir en el siglo pasado con la reivindicación e insurgencia de movimientos indígenas en nuestro continente, los cuales luchan por sus derechos nuevamente, en una sociedad totalizante que ahora los intenta exterminar, mediante otros mecanismos. En un principio, este grupo es el que queda rezagado del “desarrollo” impuesto por esta sociedad, viviendo la pobreza, la discriminación y la inequidad en general. Entonces, el estado-nación neoliberal intenta imponer su sistema hegemónico de conocimiento, a través de una comprensión mono cultural y mono lingüística de la interculturalidad.


Entonces, esto se convierte en un problema estructural-colonial-racial. Los autores proponen que la interculturalidad debería estar enfocada en deconstruir las herencias colonialistas que aun permaneces en nuestra sociedad, subyacentes en la institucionalidad y las relaciones de dominación. Se debería buscar un dialogo entre los saberes occidentales e indígenas, complementándose estas culturas y otras como la afro.


Lo que ha ocurrido es que los estados nación han aprovechado la interculturalidad como una nueva arma de dominación, imponiendo su ideología a través de la educación, entre otras instituciones. Por ejemplo, la interculturalidad suele tratarse de los indígenas y no de los occidentales, como si a los primeros hubiese que incluirlos a estos segundos, con una visión eurocéntrica de la realidad. Esto, porque se asume una cultura occidental a impartir y se dejan de lado las distintas cosmovisiones, que tienen concepciones distintas de la espiritualidad, de la economía, de la tierra y de la educación misma.


Los autores proponen un tipo de interculturalidad que no sea funcional a este sistema, es decir, que no asuma la diversidad cultural como algo que haya que reconocer e integrar a las lógicas del estado neoliberal, sin tomar en cuenta los factores que mantienen la dominación y la desigualdad, o sea, que responden a los intereses de las instituciones sociales dominantes, en este caso la escuela. Esto me recuerda a la clase que tuvimos sobre una experiencia de interculturalidad en San Pedro de Atacama, y donde el expositor nos decía que había interculturalidad con apariencia de inclusión, ya que la interculturalidad no era tan real e inclusiva y más bien se instrumentalizaba para obtener recursos y, en el fondo, serle funcional al sistema.


Una interculturalidad distinta deberían empezar por identificar las causas del no-dialógo entre culturas, no reduciéndolo a un asunto simplemente educacional, sino también involucrando agencias más amplias como el Estado, la economía, la justicia, etc… Con esto me refiero a una interculturalidad crítica con “una praxis pedagógica crítica, intercultural y de-colonial que pretende pensar no sólo “desde” las luchas de los pueblos históricamente subalternizados, sino también “con” sujetos, conocimientos y modos distintos de estar, ser y vivir, dando un giro a la uninacionalidad y monoculturalidad fundantes de la empresa educativa y su razón moderno-occidental-capitalista, para dar centralidad, más bien, a la vida y, por ende, al trabajo aún incompleto de la humanización y descolonización.” (Walsh, 2009). Por lo tanto, resulta esencial que esta surja desde los mismos actores y actrices que viven la exclusión, pero sin olvidar que la relación entre pueblos y naciones es necesaria para la subsistencia, pero si es de manera sana.


Pequeños aspectos que comenzarían a avanzar en este ámbito sería que las escuelas fueran acordes a las comunidades en que existen. Esto empezaría porque los profesores fueran parte de la cultura de la comunidad y centraran su práctica en los saberes de la cultura y comunidad en que están insertos, haciéndola dialogar con otras, con el fin de obtener una mayor cantidad de saberes. También el currículo debería estar contextualizado y no ser tan estandarizado y centralizado desde el Estado-Nación. En el fondo, se debería fomentar la valoración de la identidad propia, en conjunto con la posibilidad de incorporar saberes de otras culturas, por ejemplo, en el caso de los mapuches, enseñándoles desde su cultura los valores occidentales, tan válidos como los suyos, que puedan incorporar a su conocimiento.  


En este punto me gustaría hacer un breve crítica a los conceptos de inclusión y diversidad, o más bien una precaución, ya que ambos conceptos pueden ser instrumentalizados por el sistema. Por ejemplo, surge el cuestionamiento de que hacer frente a la diversidad, porque reconocerla y respetarla no significa estar en sinergia y armonía con ella. Por otro lado, la noción de incluir a una cultura a otra, denota cierto dominio que termina por adaptar a unos a otros y no nutrirse mutuamente. De todas formas, entendidos ambos conceptos de forma más amplia no tendrían por qué surgir estas problemáticas, lamentablemente, como vemos en el ejemplo del colegio de San Pedro, esto sucede en la realidad, y la interculturalidad inclusiva resulta ser sólo una apariencia con otros fines detrás. 

Para esta reflexión me basé en los textos: 

Catherine Walsh (2009): Interculturalidad crítica y educación intercultural. Seminario “Interculturalidad y Educación Intercultural”, organizado por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, La Paz, 9-11 de marzo de 2009.

Quintriqueo, S.,Quilaqueo, D., Lepe-­Carrión, P., Riquelme, E., Gutiérrez, M & Peña-­Cortes, F.(2014).Formación del profesorado en educación intercultural en América Latina. El caso de Chile. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 17 (2), 201-217l.

Además me gustaría agrega un pequeño insumo, que es un video de Catherine Walsh hablando sobre la interculturalidad crítica: 

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